El Gran “YO SOY” de Juan.

Por Xavier

La frase del Griego traducido como “yo soy” [ego eimi] en el cuerpo de las escrituras Juaninas [1] aparecen en la boca de Jesús unas 15 veces. En cada vez que aparece [menos en Juan 8.58] es traducido como “ese soy yo” o “soy yo”.[2] Decir que ego eimi se refiere al Gran “YO SOY” de Ex 3.14 es mal leer el texto. De los dichos de ego eimi en el Evangelio de Juan, los que tienen el predicado “Yo soy el pan de vida”, “la puerta”, “el camino”, “el buen pastor”, etc., no implican que el sujeto sea Dios. Pero si llama la atención al que las dice en términos más fuertes posibles: “Yo soy el—al que deben ver y escuchar si quieren conocer a Dios”.

De los “absolutos” [independientes] usos de ego eimi, la mayoría simplemente establecen una identificación: “Ese soy yo”, es decir [“Yo soy el que buscas”]. Esto es así de 4.26 (el Mesías del que hablas); 6.20 (confirmando la identidad de Jesús en el lago por la noche, tal y como Mar 6.50, Mat 14.27); 9.9 (en el los labios no de Jesús, sino del ciego); y en 18:5-8 (el “yo soy tu hombre” del arresto; cp. Hechos 10:21). A pesar de que evoca temor (y no, como por la reacción anterior de blasfemia en 8:58) entre los oficiales de arresto, el motivo de tal reacción podría ser simplemente debido al “poder y majestad” que estaba con Jesús, de acuerdo a Sal 45 [la gente, naciones o tropas “caerán bajo sus pies”]. En cualquier caso, solo aparece en la “Cristología elevada” del Evangelio de Juan.

La frase está en la escena de la resurrección en Lu 24:39[3] y tres veces más en Juan 8:24, 28, 13:19.[4] Estos no debería de significar que Jesucristo sea YHWH (de hecho en estos dos últimos hay un contraste con el Padre que lo envió), sino “el Mesías de Dios”.[5]

Por lo tanto, no tiene sentido que a Jesús le hagan decir: “Yo soy YHWH, el Dios supremo del Antiguo Testamento, y siendo YHWH hago lo que me dicen”; y en 13.19: “Yo soy Dios, y Yo estoy aquí porque alguien me ha enviado.” Que Jesús asume el nombre divino no es declarado en ningún lugar o implicado en este evangelio. Aún los Judíos no lo acusaron de eso—sólo de llamarle a Dios su propio padre, y, por lo tanto, implicando una igualdad con Dios. Lo que toman como blasfemia cuando dicen que se hacia “un dios” en 10:33, es de nuevo aclarado como un mal entendimiento de quien Jesús realmente es: “el Hijo de Dios.”[6] Como resultado, lo peor que pueden decir de él en el juicio es que declaraba ser “el hijo de Dios”.[7]

YHWH en el NT. La aparente exclusión del nombre divino [YHWH] en el Nuevo Testamento, no hace al “Dios” [ho theos] de Israel, el Padre de Jesús de Nazaret, de alguna manera diferente o no identificable. El nombre es substituido por el titulo estándar “Señor” o en el lenguaje Arameo “Abba”[8]. En cada caso, le sigue su equivalente griego de pater [“padre”]. Si hay una conexión con el Gran “YO SOY” de Ex 3.14 en el Nuevo Testamento, se encuentra en la frase Griega ho ōn ho ēn ho erchomenos: “El Que es y Que era y Que ha de venir”.[9]

La primera expresión (ho ṓn) declara que nunca ha habido un momento en que Dios no existió, por lo que Él es auto-existente. La segunda expresión (ho ḗn = el Que había sido), nos lleva más atrás, antes de la misma creación, a la cual Dios le dio existencia, El mismo siendo auto-existente. La última parte [ho erchómenos, literalmente “Aquel que viene”] no excluye el hecho de que Él vino en diferentes momentos y de diferentes maneras hablándole a Su creación (Heb 1:1-2). Él vino, Él está aquí, y Él todavía seguirá viniendo en formas peculiares y necesarias para la ejecución de Su voluntad. La razón por la cual esta designación de Dios sólo es dada en Apocalipsis puede ser porque solo allí es donde ese plan y propósito de Dios se revela plenamente. En todas sus apariciones esta frase es aplicable sólo a Dios, Padre.

Conclusión. Las declaraciones de ego eimi atribuidas a Jesús revelan su identidad y su auto-conciencia de ser el Mesías profetizado [Juan 4:25-26], “el unigénito Hijo de Dios” [Juan 1:18; 10.33]. Decir que estas declaraciones, de alguna manera, nos revelan el nombre único, divino y personal de Dios, su Padre [Juan 17.3; 20:17], significaría que Jesús es también el “Auto-Existente”, “Gran YO SOY”, YHWH. Eso hiciera a dos YHWH en vez de uno, como lo dice la confesión Judía-Cristiana del Shema [Deu 6.4; Mar 12.29].


Notas de pie:

[1] La colección de cartas del NT unidas por la tradición de la persona de Juan el Apóstol. En general la colección incluye: Evangelio de Juan; Primera, Segunda, Tercera Epístolas de Juan; y Apocalipsis. Las cinco obras muestran cierta similitud en las imágenes, pero son muy diferentes en estilo y presentación. Muchos eruditos bíblicos modernos rechazan completamente la idea de un cuerpo unificado de la literatura de Juan, mientras que otros ven las obras como el producto de una primitiva comunidad cristiana con enlaces a Juan el Apóstol. Wikipedia

[2] Juan 4:26; 6:20; 8:24, 28; 13:19; 18:5, 6, 8; cp. Mat 14:27; Mar 6:50; 14:62; Lu 21:8; 22:70; 24:39.

[3] “¡Soy yo mismo!”, NVI; LBLA. “Yo mismo soy”, RV1960.

[4] “…pues si no creen que yo soy el que afirmo ser… el que afirmo ser.” Alt. “aquél”; también en v. 28. [NVI]. Aunque las notas de la RV1995 admiten que “en algunos lugares del evangelio (8.24, 28; 13.19; 18.5), Jesús usa la expresión Yo soy, sin más determinación. Por una parte, recuerda la fórmula de identificación de un enviado, al presentarse en su lugar de destino. Por otra, alude a fórmulas divinas de identificación: Ex 3.14-15; Isa 43.11; 45.5; 48.12.

Es característico de la enseñanza de este evangelio que Jesús se identifica con los bienes que él da u ofrece al hombre: el pan, la luz (8.12), la Puerta de las Ovejas (10.7, 9), la vida (11.25), el camino, la verdad (14.6). Las palabras yo soy, con que comienza en este evangelio una serie de afirmaciones hechas por Jesús acerca de sí mismo, recuerdan las palabras con las que Dios se reveló a Moisés (Ex 3.14).” Juan 8.24; 6.35.

[5] 1 Sam 10.1; 12:3; 24:6; 26:9, 11, 16; 2 Sam 1:14, 16; Lucas 2:26; 9:20; 23:35.

[6] “Yo soy el Hijo de Dios”, NVI; RV-Antigua; LBLA.

[7] Mar 14:53–65; Mat 26:57–68; Lucas 22:63–71; Juan 18:12–24. Solo Marcos registra la explicita contestación de Jesús: “¿Eres el Mesías, el Hijo del Bendito? —le preguntó de nuevo el sumo sacerdote. —Sí, yo soy —dijo Jesús.”

[8] Mar 14:36, Rom 8:15; Gal 4:6.

[9] Ap. 1:4, 1:8, 4:8; 11:17; 16:5. “de aquel que es y que era y que ha de venir”, NVI, LBLA.

Jesucristo, como “Creador” de Su Iglesia

Del Libro One God, One Lord,
por Mark H. Graeser John A. Lynn John W. Schoenheit.

Antes de considerar esta sección muy importante de la Escritura acerca de la relación entre Dios y Jesucristo, es necesario discutir brevemente la relación entre las epístolas de Efesios, Filipenses y Colosenses; paralela a la de los Romanos, Corintios y Gálatas.

Efesios establece doctrina, Filipenses corrige el fracaso práctico de las personas a que se adhieran a esa doctrina y Colosenses lidia con las deviaciones de la doctrina, que se alejan de la revelación de Efesios que llevaron a los errores prácticos. Así como en Gálatas se puede leer muchas de las mismas verdades declaradas en la carta a los Romanos, en Colosenses se puede leer muchas de las verdades registradas en Efesios. De hecho, muchas de las construcciones griegas son exactamente iguales.

Colosenses reitera la verdad básica de Efesios acerca de la Jefatura de Jesucristo en relación a su Cuerpo [la Iglesia]. Si mantenemos estas verdades fijas en la mente, sobre todo recordando lo que se leyó en Efe 2.15, podemos “correctamente manejar” (2 Tim 2.15) la siguiente sección de la Escritura [Col 1.15-18]; una que ha sido para la mayoría de los cristianos muy difícil.

El lenguaje en este pasaje de Colosenses debe de ser cuidadosamente comparado con el lenguaje similar al de Efesios 1, cual nos da la base doctrinal para corregir la mala enseñanza y equivocaciones en la cuidad de Colosas en respecto a Cristo. Ambos pasajes describen su glorificación y poderío después de la resurrección, y contienen un lenguaje similar en cuanto a su supremacía sobre “los gobiernos, potestades”, etc.

Al poner lado a lado los conceptos correspondientes a estas dos epístolas, podemos ver fácilmente la correlación precisa de la materia.

Cuando una correlación doctrinal tan precisa existe, no es necesario estirar el pasaje en Colosenses más allá de su intención, en particular en lo que se refiere el v. 16, cual se cita a menudo como prueba de que Jesucristo creó los cielos y la tierra. Es evidente que el contexto de estos versículos trata con su glorificación después de la resurrección y no algún estado eterno como el preexistente Hijo, parte de una Deidad trina. Sin embargo, hay que notar en especial el v.16, debido a que amplifica la verdad de 1Cor 8.6. El lector puede recordar que la preposición griega dia aparece en ese versículo dos veces con un significado similar.

Las Epístolas muestran la relación de Cristo a la Iglesia, su Cuerpo, del cual él es la cabeza. Ya que las Epístolas son el vértice de la revelación de Dios a la humanidad, Efesios es el ápice de la revelación de las Epístolas. En la última mitad de Efe 2.10-15, Dios expone cómo, a través de Cristo, ambos Judíos y Gentiles tienen entrada en el Cuerpo de Cristo y cómo, en Cristo, han sido hechos “un nuevo hombre”.

La manera en que Cristo está “creando” a un hombre nuevo, es llenando a cada miembro de su Cuerpo con todo lo que Dios le ha dado. Esta “creación” es doble. En primer lugar, el señor Jesús “crea” el don del espíritu santo en una persona en el momento de su nuevo nacimiento. En segundo lugar, en lo que el creyente viene a obedecer la Palabra de Dios, se convierte en una “nueva creación”, siendo transforma desde adentro hacia afuera por el poder inherente de este naturaleza divina en su interior. Varios pasajes de las Epístolas a la Iglesia hablan de esta nueva creación: 2Cor 5.17, 18ª; Efe 4.23-24; Col 3.10-11.

Por lo menos, podemos concluir de estos versículos que Cristo es “co-creador” con Dios de esta nueva creación, que se manifiesta dentro de cada creyente y en el cuerpo colectivo de Cristo.

Sabemos que Col 1.15-16 no se puede estar diciendo que Cristo es el creador de los cielos y la tierra original, porque el v. 15 dice que es “el primogénito de toda criatura [o de “toda la creación”]. Si él fuera “el primogénito de toda la creación”, entonces es un ser creado. Las cosas que se habla en el pasaje anterior como siendo “creadas” no son piedras, árboles, pájaros, animales, etc., porque esas cosas fueron creadas por Dios. Estas cosas—“tronos, poderes, principados y potestades”—son los poderes y posiciones que se necesitaron por Cristo para reinar sobre el cielo y su Iglesia, y para ese propósito fueron creados por él.

Efesios 2: 15 justamente usa la palabra “crear” según la palabra griega de cual procede (ktizo). Lo que vemos en este versículo es que Jesucristo ha creado algo y, de hecho, todavía está en el proceso de creación. ¿Qué es esta “creación” de Jesucristo? Por su puesto que, en su contexto, no es la “creación” de Gen 1.1. La Biblia dice que lo que Jesús hizo fue “crear en sí mismo a un nuevo hombre”. Ese “hombre nuevo” es la Iglesia, el Cuerpo de Cristo (Efe 1.22-23) que figurativamente “nació” el día de Pentecostés, llamando a ambos Judíos y Gentiles (Efe 2.15), “miembros de la familia de Dios” (Efe 2.19), el “templo santo” (Efe 2.21), la “morada de Dios” (Efe 2.22). Este es el “secreto” [misterio = musterion] sobre cual Pablo elabora en Efesios 3.

Según Col 1.13-15 si Dios es invisible, y si Jesús es la imagen de Dios, entonces, evidentemente, Jesús no es el Dios mismo.

Que Jesús es la “imagen del Dios invisible” es la misma verdad comunicada en Fil 2.6, cuando dice que “estaba en la forma de Dios.” Esto no es difícil de entender pero mucha gente ha sido confundida por la última mitad del v. 15: “el primogénito de toda creación.” A la mayoría de los cristianos se les ha enseñado que esto se refiere a la “creación” de Gen 1.1, pero el v. 16 define específicamente la esfera de la creación de la cual se está hablando: “tronos, poderes, principados o autoridades”. Esto encaja con el contexto de Colosenses, en lo que se refiere a Efesios.

La “creación” de Col 1.15 es la misma “creación” de Efe 2.15— ¡La Iglesia! Si seguimos leyendo Col 1, miraremos mas sobre esta creación.

La forma de hablar de “encarcelar” [epanadiplosis] nos ayuda a identificar el contexto adecuado en la frase “todas las cosas”, que se refiere a esas “cosas” necesarias para administrar en el cielo y en la Iglesia. Noten en el versículo anterior que la frase de “todas las cosas” ocurre antes y después de las cosas que fueron “creadas”, y por lo tanto, las define. “Todas las cosas” aquí son las “cosas” para la Iglesia y no las “cosas” de la creación original. La palabra “todo” se utiliza en su sentido más limitado y no universal. La frase aparece en un sinnúmero de otros lugares en las Epístolas Pastorales: ej., Efe 1.22-23.

“Todas las cosas” de Col 1.16-17 son las mismas “todas las cosas” de Efe 1.22-23. Como el señor exaltado y Jefe de la Iglesia, a Jesucristo se le ha dado toda autoridad sobre todos los poderes espirituales. “Todas las cosas” de Col 1.16 se refiere a “tronos, dominios, gobernantes o autoridades” en el reinado espiritual o angélico así como en lo físico, mayormente la Iglesia. Este es corroborado en Efe 1.22 donde dice que Jesús es la cabeza sobre todo para la Iglesia.

En el v. 17, vemos que Jesucristo es “antes” de todas las cosas. Esta palabra “antes” (pro), se puede usar en referencia a lugar, tiempo o superioridad. Aquí, en este contexto, se refiere claramente a la posición de un rango superior. Jesucristo es ahora el pre-eminente. Es en él en quien los propósitos finales de Dios para la humanidad se están manteniendo unidos. Esto nos lleva a concluir que el punto central de la sección es de mostrar que Cristo es “antes”, ej., “superior a” todas las cosas, así como dice el versículo. Si alguien insistiera en que se trata de tiempo aquí, señalaríamos al versículo siguiente donde Cristo es el “primogénito” de entre los muertos, y, por lo tanto, “antes” de su Iglesia; no solo en tiempo pero también por prioridad [estatus = posición].

Col 1.18 dice que “Él es el principio [arche], el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero.” La palabra trucida como “principio” es fiel en cuanto a enseñar como Jesucristo es el “principio” de la Iglesia, sobre cual él es supremo. Él tiene el cuerpo prototipo que todos los miembros de su Cuerpo espiritual le serán dados un día, y fue el primer “miembro” de la iglesia de ser establecido, es decir, la Cabeza.

Consideremos ahora la palabra “primogénito” que también vimos en el v.15. Hasta ahora hemos visto que Jesús es el “primogénito” de toda la creación y el “primogénito” de entre los muertos. En Rom 8.29 vemos que Jesucristo es “el primogénito entre muchos hermanos”. Dado que los otros usos de “primogénito” se refieren a la resurrección de Cristo, ¿crees que hay alguna posibilidad de que parte de la “toda la creación” de Col 1.15 re refiere a esos “muchos hermanos”, quienes serán levantados “de entre los muertos”? ¡Bingo! Recuerden Juan 5.26, donde leemos que Dios “también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo”. Jesucristo es la Simiente Prometida [Gen 3.15] y como el resucitado señor a la diestra de Dios, él le da vida a quien cree en él como el señor mesías de Dios. ¡Y no como el Señor Dios! En el Día de Pentecostés, por primera vez derramo esa vida y comenzó la Iglesia de su Cuerpo. Ese día, por primera vez derramo el espíritu santo, el “depósito garantizando” vida eterna que un día dará a todos los que creen en él. Fue en Pentecostés cuando Jesucristo comenzó la Iglesia (Hechos 2).

Las frases, “el primogénito de toda la creación” y “el primogénito de entre los muertos”, en circula el dominio de la autoridad de la resurrección de Cristo. La “creación” a la cual se está refiriendo aquí es la nueva creación, la cual Jesucristo es el prototipo. No es sólo la primera persona que ha resucitado de entre los muertos, él es el primero en haber nacido de la muerte a la vida eterna con un cuerpo perfectamente adaptado para vivir eternamente en el cielo, o en la tierra. Esto coloca a Jesucristo en una posición única y avanzada, supremo por encima de todas las creaciones de Dios. De hecho, en su cuerpo resucitado se le ha dado el privilegio de participar en todo lo que Dios es, incluyendo su creatividad: Col 1.19-20.

El caso a favor a Jesucristo, el ser humano, en Lucas

Por Carlos Xavier

En su libro, The Orthodox Corruption of Scripture, el erudito [ex cristianó ahora agnóstico] Bart Ehrman identifica a tres categorías principales teológicas que predominó y, hasta cierto punto, controlo las especulaciones, motivaciones y acciones de las primeras comunidades cristianas en el primer siglo de la era Apostólica, en sus debates cristológicos sobre la “persona/naturaleza” de Jesús.

El primer grupo eran aquellos que pertenecían a un punto de vista “adopcionista”. Estos creían que Cristo era un hombre quien fue “adoptado” en su bautismo por el Dios de Israel. Por lo tanto, para apoyar este punto de vista, en ciertos manuscritos antiguos occidentales citan Sal 2.7 en Lucas 3.22.

El segundo grupo eran los pertenecientes al movimiento Docetico quienes afirmaban “que Cristo no había sufrido la crucifixión, ya que su cuerpo sólo era aparente y no real. Es esta idea la que el apóstol Juan quiere desestimar cuando escribe su primera carta universal 1 Jn 1:1.”[1]

El tercer y último grupo eran los “separacionistas” quienes creían que el “Cristo divino” y el “Jesús humano” eran dos seres separados. Estos dos “seres” en algún momento se unieron convirtiéndose en “un solo” ser en la persona de Jesús.

En este y muchos otros de sus libros, Ehrman hace un punto de fijar históricamente las diversas comunidades de los cristianos durante 100-150 años después de Cristo. Su argumento principal es que los distintos movimientos cristianos modernos no es un ‘fenómeno’ nuevo. Más bien, estos tipifican un constante cambio y evolución de ideas y creencias cristológicas que se pueden rastrar a la era Apostólica.

Por lo tanto, Ehrman afirma que en Lucas 22.43-44 ha encontrado una de las más fuertes evidencias de una corrupción “adopcionista” que va mucho más allá de las líneas conocidas textuales o literarias de la Biblia. Las siguientes citas son de su libro, The Orthodox Corruption of Scripture: The Effect of Early Christological Controversies on the Text of the New Testament, Oxford, 1993, p 187-194.
“Las alineaciones del manuscrito…nos muestran sin ninguna duda cuando la corrupción—cualquier lectura sea la corrupta—fue hecha. Si los versículos son secundarios, deben de haber sido interpolados en Lucas a mediados del segundo siglo ya que son atestiguados por los Padres a partir de Justino e Ireneo, y por los testigos tempranos Siriacos-Latinos. Si son originales, deberán haber sido eliminado por aproximadamente el mismo período, ya que están ausentes en Clemente al final del segundo siglo y de los testigos de Alejandría al comienzo del tercer siglo, testigos que representan una corriente de tradición que, en sí es, son mucho más antiguos.

El hecho es que este recuento de la gran agonía de Jesús en el rostro de su pasión… en el contexto inmediato en sí, son teológica y literalmente intrusiva en el Evangelio de Lucas…Lucas ha hecho todo lo posible para contrarrestar precisamente la visión de Jesús que estos versos abrazan. En vez de ir a su pasión con miedo y temor, angustia por su destino venidero, el Jesús de Lucas va a su muerte tranquilo y en control, confiado en la voluntad del Padre hasta el final. Es un hecho sorprendente, de especial importancia para nuestro problema textual, que Lucas podría producir esta imagen de Jesús sólo eliminando tradiciones ofensivas a ella desde sus fuentes (por ejemplo, el Evangelio según San Marcos). Solo el texto más largo de 22.43-44 se erige como anómala.”
Ehrman después hace una comparación incisiva con Marcos y llega a la conclusión de que tenia “sus razones para narrar el evento” diferente al de Lucas.
“Su imagen de Jesús en agonía y duda [14.33-36, 41]…prepara el escenario para los eventos salvíficos que suceden inmediatamente después de su muerte... ¿Por qué, en otros lugares, ha Lucas eliminado por completo el resto de la agonía de Jesús mientras, en aún términos más fuertes, haciendo énfasis aquí? ¿Por qué eliminar material compatible de su fuente, tanto antes como después de los versículos en cuestión?

No es necesario hipotecar sobre la utilidad de estos versículos para una polémica contra el docetismo, sabemos que los versículos fueron precisamente dados a este uso durante el período de nuestra preocupación. Heresiólogos del segundo siglo usaron el ‘sudor de sangre’ de Jesús para atacar a los cristianos que negaban su verdadera humanidad… [La historia que estos versículos nos enseñan] no se originó con el escritor del Evangelio de Lucas. Le fue agregado al Tercer Evangelio en algún momento a principios del segundo siglo (antes de Justin), como parte de la polémica contra el docetismo de la iglesia cristiana ortodoxa.”
Los autores de One God, One Lord[3] en vista a estos descubrimientos hacen la siguiente conclusión:
“Así, vemos cómo poco a poco el texto se modificó en detrimento de la verdad y la exactitud bíblica. Al entender esta tendencia histórica bien establecida en el desarrollo de la fe cristiana, a lo largo nos da la explicación de cómo el error doctrinal no sólo pudo haber surgido, pero establecerse y ser ‘justificado’ por un texto corrompido. La ‘expansión de la piedad’ surge del deseo pecaminoso del hombre para elevar sus propias ideas sobre la Palabra de Dios.”
Pero aún más importante, esta evidencia nos enseña cómo el Jesús humano podría haber sido “inflado” para convertirse en algo distinto de lo que realmente fue, “el Cristo, Hijo del Dios viviente”.[4]



Footnotes:

1. Docetismo, Wikipedia.

2. Mark H. Graeser, John A. Lynn, John W. Schoenheit, p.234, 2003.

3. Mateo 16.16; cp. Mateo 14:33; 26:63; Marcos 3.11; 4.3; 5.7; Lucas 1:35; 4.41; Juan 1:34, 49; Hechos 9:20.

Salmo 110.1


Comentaristas Trinitarios sostienen con frecuencia que “mi Señor” en este versículo es la palabra hebrea adonai, otro nombre para Dios, y por lo tanto, prueba de la divinidad del Mesías. Pero esto es un argumento sin validez, mas bien, este versículo en realidad es una de las pruebas grandes de la humanidad completa del Mesías prometido.

La palabra hebrea traducida como “mi señor” es adoni (pronunciado “adon nee”[1]) en el estándar de textos hebreos. Esta palabra se utiliza siempre en la Escritura para describir ‘amos’ y ‘señores’, pero nunca a Dios. Desafortunadamente, la mayoría de concordancias y léxicos hebreos nos dan sólo la raíz de la palabra [adon] y no la palabra que realmente aparece en el texto hebreo. Esta es una de las razones por la cual la investigación bíblica realizada por las personas que utilizan únicamente herramientas como la Strong’s Concordance, suelen ser limitadas[2]. Mientras que esto no suele influir en la interpretación de las escrituras, a veces si es una gran diferencia, como en el Salmo 110:1.

Focus on the Kingdom nos informa:
“La Biblia en el Salmo 110:1 en realidad le da al Mesías el título que nunca describe a Dios. La palabra es adoni y en todas sus 195[3] apariciones en el Antiguo Testamento significa un superior que es humano (o de vez en cuando un ángel), creado y no Dios. Así Salmo 110:1 presenta la más clara evidencia de que el Mesías no es Dios, sino un hombre sumamente exaltado."[4]
La diferencia entre adon (la raíz de la palabra), adoni (“señor”, siempre refiriéndose a hombres o ángeles) y adonai (usado para Dios y, a veces escrito como adonay) es fundamental para la comprensión del Salmo 110:1. El Léxico Hebreo de Brown, Driver y Briggs (BDB), considerado por muchos como el mejor disponible, hace la distinción entre estas palabras. Note cómo en la BDB la palabra de adoni se refiere a “señores” que no son Dios, mientras que otra palabra, adonai, se refiere a Dios[5]:

(1) Referencia a los hombres: mi señor, mi amo (adoni)

(a) amo: Ex 21:5 (código convenio) Gen 24:12+, 44:5 (J, 20v.), 1 Sam 30:13 y 15; 2 Reyes 5:3, 20 y 22; 6:15;

(b) esposo: Gen 18:12 (J);

(c) profeta: 1 Reyes 18:7 y 13; 2 Reyes 2:19; 4:16 y 28; 6:5; 8:5;

(d) príncipe: Gen 42:10 (E); 23:6,11 y 15 (P); 43:20; 44:18+; 47:18, + (J, 12v.); Jueces 4:18;

(e) rey: 1 Sam 22:12+ (S&R 75v.);

(f) padre: Gen 31:5 (E);

(g) Moisés: Ex 32:22; Núm. 11:28; 12:11; 32:26 y 27 (J); Núm. 36:2 (2x) (P);

(h) sacerdote: 1 Sam 1:15 y 26 (2x);

(i) teofanía ángel [un ángel representando a Dios]: Josu 5:14; 1 Rey. 6:13;

(j) capitán: 2 Sam 11:11;

(k) reconocimiento general de superioridad: Gen 24:18; 32:5+; 33:8+; 44:7+ (J 13v.), Rut 2:13; 1 Sam 25:24+ (15v.).

(2) La referencia a Dios: [adonai]. Note que cuando la palabra se refiere a Dios cambia cuando se refiere a los hombres. La vocal bajo la “n” ha cambiado[6].

En la definición anterior, adonai y adoni tienen la misma raíz adon, la palabra que aparece en las concordancias y la mayoría de los léxicos. Sin embargo, las exactas palabras utilizadas son diferentes. Adoni, la palabra que se usa en el Salmo 110:1, nunca es usada para Dios. Se utiliza siempre de un ser humano o angélico superior. El hecho de que el texto hebreo utiliza la palabra de adoni para el Mesías en el Salmo 110 es una prueba muy fuerte de que él no es Dios. Si el Mesías iba a ser Dios, entonces la palabra adonai hubiera sido utilizada. Esta distinción entre adoni (un señor) y adonai (el Señor, Dios) se mantiene incluso cuando Dios aparece en el AT. En Gen 18:3, Abraham se dirige u uno de los ángeles como YHWH, donde el texto utiliza adonai.

Eruditos reconocen que hay una distinción entre las palabras adonai y adoni, y que estas distinciones son importantes. The International Standard Bible Dictionary nota:
“La forma ADONI (“mi señor”), un título real (1 Sam 29:8), debe ser cuidadosamente distinguido del título divino ADONAI (“mi Señor”) usadas de Yahvé.”[7]
Hay ciertas ocasiones donde adonai se refiere a ángeles, dándoles un estatus elevado, pero no indica que el orador creía que fueran Dios [Gen 19:18 y 24:9, 39:2]. Ya que estos son distinguidos por un vocal al final de la palabra adonai, “w”. Esto concuerda con el lenguaje en sí. Por ejemplo, “dios” en Hebreo [Elohim] se usa para ambos ángeles y humanos quienes tienen un estatus elevado [para Moisés, Ex 4.16; 7.1; angeles, Sal 97.6]. En contraste, en ningún tiempo se utiliza adoni en referencia a Dios. Esto significa que ángeles y seres humanos pueden ser elevados, pero Dios nunca puede ser reducido.

Combinaciones de adoni con otras voales incluyen:

l'adoni[8], “a mi Señor”, donde todos estos se refieren a señores humanos y no a Dios.

v'adoni: Gen 18:12; Núm. 36:2; 2 Sam 11:11, 14:20, 19:28, 24:3.

m_adoni: Gen 47:18.

wa´adoni: Gen 18.12; Num 36.2; 2Sam 11.11; 14.20; 19.28; 24.3.

Estudiantes del hebreo saben que el texto original fue escrito “sin puntación”, es decir, sin los puntos, rayas y marcas que son las vocales escritas. Por lo tanto, algunos eruditos argumentan ya que los puntos de vocales del texto hebreo se añadieron más tarde, los rabinos podían haberse equivocado. Cabe señalar, sin embargo, que las dos palabras hebreas, adonai y adoni, aunque escrito de la misma forma “sin puntación”, suenan diferente cuando se pronuncian. Esto no es inusual en un idioma. La forma correcta de colocar las vocales en el texto ha sido conservada en la tradición oral de los Judíos. Por lo tanto, cuando el texto fue finalizado con las vocales, hubiera sido escrito así como siempre se ha pronunciado.

Mas pruebas de que los Judíos siempre creyeron que la palabra en el Salmo 110:1 se refería a un Mesías humano y no a Dios viniendo a la tierra se da en el texto griego, tanto en la Septuaginta que en las cotizaciones del Nuevo Testamento. Es importante recordar que la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento hebreo, se realizó alrededor de 300-250 años antes de Cristo, mucho antes de que los debates sobre la Trinidad hayan comenzado. Sin embargo, la traducción de la Septuaginta claramente apoya a Salmo 110:1 como refiriéndose a un señor humano y no a Dios. Traduce adoni como o kurios mou.
“Los traductores de la LXX [la Septuaginta] en el siglo 3 A.C. atestiguan a una cuidadosa distinción entre las formas de adon utilizadas en referencia a lo divino y humano mediante la traducción adoni como ho kurios mou, ‘mi señor’.”[9]

“Cuando el Salmo 110:1 es citado en el Nuevo Testamento, se conserva la misma verdad sobre el señorío humano del Mesías:

El Nuevo Testamento, cuando cita Salmo 110:1, traduce l'adoni como “mi señor” (to kurio mou). Pero traduce adonai ([Salmo 110] v. 5 y muy a menudo en otros lugares) como “el Señor” (kurios). Esto demuestra que la diferencia entre adonai y adoni fue reconocida y reportada en griego mucho antes de que los puntos vocales del Masorético permanentemente afirmaran la antigua tradición oral en escritura.”[10]
Es interesante que eruditos a menudo no hayan prestado mucha atención al texto del Salmo 110 o los lugares que se citan en el Nuevo Testamento, y aun así declarado que muestran que Cristo debe de haber sido Dios. El conocido Smith's Bible Dictionary contiene un artículo sobre “Hijo de Dios”, escrita por Ezra Abbot. Él escribe:
“En consecuencia nos encontramos con que, después de la Ascensión, los Apóstoles trabajaron para [convencer] a los Judíos a reconocer que Jesús no sólo era el Cristo, sino que también era una Persona Divina, aun el Señor Jehová. Así, por ejemplo, San Pedro… [Abbot continúa diciendo que Pedro dijo que Dios había hecho a Jesús ‘Señor y Cristo.’]”[11]
Creemos que la conclusión de Abbot es defectuosa porque no presta atención a la redacción exacta del texto hebreo. Aparentemente aun eruditos que han contribuido al Smith's Bible Dictionary están de acuerdo, porque hay una nota al pie después de esta cita que lo corrige. La nota dice:
“En atribuir a San Pedro la proposición notable que ‘Dios ha hecho a Jesús JEHOVÁ,’ el escritor del artículo parece haber pasado por alto el hecho de que kurion (‘Señor’) en Hechos 2:36 se refiere a kurio mou (‘mi Señor’) en el versículo 34, cita de Sal 110:1, donde el correspondiente hebreo no es Jehová sino adon, la palabra común para ‘señor’ o ‘amo’. El significado de San Pedro aquí puede ser ilustrado por su lenguaje en otros lugares, véase Hechos 5:31 [donde Pedro le llama a Jesús un ‘príncipe’, etc.]”[12]
La nota es muy correcta, porque la palabra en el Salmo 110 es la palabra de un “señor” o “amo” y no Dios. Por lo tanto, Salmo 110:1 nos da una evidencia muy clara que el prometido Mesías de Dios no iba a ser el mismo Dios, sino un ser creado. Los Judíos, escuchando a Pedro en el día de Pentecostés, claramente mirarían la correlación en la enseñanza de Pedro de que Jesús era un “varón aprobado de Dios” (v. 22), y un ser creado, el “mi señor” [adoni] del Salmo 110: 1, quien Pedro cita un poco después (v. 34).

El uso de adoni en el primer versículo de Salmo 110:1 deja muy claro que los Judíos no estaban esperando que su Mesías fuera Dios, pero esperaban a un “señor” humano.




Notas a pie

1. Adonai se pronuncia “Adon ai” porque el “ai”. Adoni se pronuncia “Adon i”.

2. Las personas que deseen estudiar por sí mismos tendrán que ser capaces de trabajar con el texto hebreo sí mismo y no sólo las palabras de la raíz. Una buena fuente para este estudio de la Biblia es el programa BibleWorks.

3. Cp. Gen. 23:6, 11,15; 24:12(2x), 14, 18, 27(3x), 35, 36, 37, 39, 42, 44, 48(2x), 49, 65; 31:35; 33:8, 13, 14(2x), 15; 39:8; 42:10; 43:20; 44:5, 7, 18(2x), 19, 20, 22, 24; 47:18(2x), 25; Exod. 21:5; 32:22; Num. 11:28; 12:11; 32:25, 27; 36:2; Josh. 5:14; 10:1, 3; Judg. 1:5, 6, 7; 4:18; 6:13; Ruth 2:13; 1 Sam. 1:15, 26(2x); 22:12; 24:8; 25:24, 25(2x), 26(2x), 27, 28, 29, 31, 41; 26:17, 18,19; 29:8; 30:13, 15; 2 Sam. 1:10; 3:21; 9:11; 11:11; 13:32, 33; 14:9, 12, 15, 17(2x), 18, 19(2x), 22; 15:15, 21(2x); 16:4, 9; 18:31, 32; 19:19(2x), 20, 26, 27, 30, 35, 37; 24:3, 21, 22; 1 Kings 1:13, 17, 18, 20(2x), 21,24, 27(2x), 31, 36, 37(2x); 2:38; 3:17, 26; 18:7, 10; 20:4; 2 Kings 2:19; 4:16, 28; 5:3, 18, 20, 22; 6:5, 12, 15, 26; 8:5, 12; 10:9; 18:23, 24, 27; 1 Chron. 21:3(2x), 23; 2 Chron. 2:14, 15; Isa. 36:8, 9, 12; Jer. 37:20; 38:9; Dan. 1:10; 10:16, 17(2x), 19; 12:8; Zech. 1:9; 4:4, 5, 13; 6:4. WTT o BHS Hebrew Old Testament, editado por K. Elliger y W. Rudoph de Deutsche Bibelgesellschoft, la edición de Stuttgart, cuarto corregido, derechos de autor © 1966, 1977, 1983, 1990 por la German Bible Society.

4. (Anthony Buzzard, ed., Focus on the Kingdom de Atlanta Biblia, Morrow, GA, Marzo, 2000), p. 3, su énfasis.

5. Hebreo se lee de derecha a izquierda, la primera letra de la palabra parece como una “X” glorificada.

6. Francis Brown, SR Driver y Briggs, Charles, The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (Editorial Hendrickson, Peabody, MA, reimpresión 1996), p. 11 (Adon, “Señor”). Hemos cambiado las puntaciones y referencia de abreviación para que sea coherente con las abreviaturas que utilizamos para facilitar la lectura. Las letras entre paréntesis marcan su creencia en cuanto al verdadero escritor o redactor de esa porción de la Escritura.

7. Bromiley Geoffrey, The International Standard Bible Encyclopedia (Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1979), “Señor”.

8. WTT o BHS Hebrew Old Testament, editado por K. Elliger y W. Rudoph de Deutsche Bibelgesellschoft, la edición de Stuttgart, cuarto corregido, derechos de autor © 1966, 1977, 1983, 1990 por la German Bible Society.

9. Anthony Buzzard y Charles Hunting, The Doctrine of the Trinity: Christianity’s Self-Inflicted Wound (Atlanta Bible College y Restoration Fellowship, Morrow, GA, 1994), p. 28.

10. Anthony Buzzard, Focus on the Kingdom, “Who is Jesus? God or Unique Man?” (Instituto Bíblico de Atlanta, Morrow, GA, 1998), p. 8.

11. HB Hackett, Dr. William Smith's Dictionary of the Bible, “Son of God” (Baker Book House, Grand Rapids, MI, reimpresión 1981), vol. 4, p. 3090.

12. Ibid. Vol. 4, p. 3090.

La fe de Jesús

Por Robert Hach

Los escritores del Nuevo Testamento (NT) llaman a sus lectores a creer, tener fe “en” Jesús, específicamente en lo que respecta a su ser Ungido de Dios (en Hebreo, Mesías, o el Mesías, Griego, Christos, o Cristo: aquel a quien Dios ungió para gobernar el Reino de Dios), que murió por los pecados de todos y a quien Dios le resucitó de los muertos y le exaltó a Su diestra. Esto es de conocimiento común entre todos los que profesan ser cristianos. Lo que es mucho menos conocido, sin embargo, es que los textos clave en las cartas del apóstol Pablo explican que la justicia de Dios, una justicia de la fe, que incluye el perdón de los pecados y la esperanza de la salvación-se convierte no en la posesión de los creyentes por su propia fe en Jesús, sino debido a la fe de Jesús.

El Jesús del NT es, por tanto, no sólo el objeto de la fe del NT, sino también la fuente, así como el modelo de la fe del NT. Que es simplemente decir que creer en Jesús es creer en lo que Jesús creía y, por tanto, trató de persuadir a otros a creer: “el evangelio del reino de Dios” (Lucas 4:43). La fe de Jesús es a menudo llamado, por Pablo, “el evangelio de Cristo” (Romanos 15:19), por el cual él se refería a la proclama no sólo sobre Jesús, sino también por Jesús, confirmado por la mención de su doxología romana a "mi evangelio y la proclamación de Jesucristo" (Romanos 16:25).

Esto significa que la fe que está en el Jesús del NT es la fe que viene del Jesús del NT. Tener fe en el Jesús del NT, entonces, es tomar la fe de Jesús como si fueran propios.

Testimonio de Pablo para la fe de Jesús

Las versiones castellanas del NT suelen representar las referencias de Pablo a la justicia de Dios y la fe de Jesús, en Romanos 3:22 y 26, en Gálatas 2:16 (dos veces) y 3:22, y en Filipenses 3:9, como la fe “en” Jesús. En relación con estos textos, los traductores se han visto obligados a elegir entre “en” y “de” debido a la ausencia de cualquier preposición entre las palabras “fe” (Griego pistis), y “Jesús” (Griego, Iesous) y/o “Cristo” (Griego, Christos) en el idioma original. (El idioma original es pisteos Iesou Christou en Rom. 3:22 y Gal. 3:22; pisteos Iesou en Rom. 3:26; pisteos Iesou Christou en Gal. 2:16, y pisteos Christou en Gal. 2:16c y Fil. 3:9; también, en Ef. 3:12 aparece autou pisteos, que suele ser traducida como “fe en él”, pero también puede ser traducida como “su fe”, es decir, la fe de Jesús).

El idioma original permite ya sea “en” (genitivo objetivo) o “de” (genitivo subjetivo) como posibles traducciones, lo que significa que el contexto inmediato debe determinar qué preposición es la más probable. Las versiones en español suelen insertar “en” y no “de,” al menos en parte, a la vista de otros textos de “fe” en los que la preposición “en” (Griego, eis o en) realmente no aparece en el idioma original (por ejemplo, Juan 3:16 y Gal. 2:16b y 3:26, aunque Gal. 3:26 también puede ser traducido como “hijos de Dios en Cristo por la fe”, es decir, la fe de Cristo).

Probablemente lo que pesa aún más fuertemente contra una decisión de los comités hispanos para traducir el testimonio de Pablo a la fe de Jesús ha sido el sesgo trinitario de los traductores eclesiásticos, cuyo “Jesús” divino no habría tenido necesidad de su propia fe en Dios ya que él mismo fue “Dios en la carne” y “la segunda Persona de la Deidad.” La expresión clásica de este punto de vista trinitario vino del teólogo católico Tomás de Aquino, quien escribió:
“...desde el momento de la concepción, Cristo tuvo la visión completa de la naturaleza misma de Dios...Por lo tanto no pudo haber tenido fe”.
Sin embargo, agregar la preposición “de” en lugar de “en” a aquellos textos en los cuales no aparece la preposición se convierte en la alternativa más convincente cuando los textos en cuestión se comparan con la referencia de Pablo en Romanos a “la fe de Abraham” (Rom. 4: 16). También en este caso, ninguna preposición aparece entre las palabras “fe” y “Abraham” (Griego, pisteos Abraau). Todas las versiones NT en español, naturalmente vierten la frase “la fe de Abraham”, porque “la fe en Abraham” no tendría sentido.

El hecho de que el tema de Pablo es “la justicia de Dios” en todos los textos que se refieren a pisteos Iesou o pisteos Christou, así como en su única referencia a “la fe de Abraham” (pisteos Abraau) hace que la traducción de los textos relevantes en términos de la fe “de” en lugar de la fe “en” Jesús sea aún más probablemente correcta. Un examen de los textos relevantes en Romanos 3-4 apoya esta conclusión.

En primer lugar, Pablo se refirió a “la justicia de Dios a través de [Griego, dia] la fe de Jesús Cristo [Griego, pisteos Iesou Christou] a [Griego, eis] todos los que creen” (Romanos 3:22). Es decir, “todos los que creen” en Jesús reciben “la justicia de Dios” por medio de “la fe de Jesús.”

Para Pablo, la fe de Jesús es el medio por el cual la justicia de Dios viene a los creyentes en él, es decir, a aquellos cuya fe es instruida y modelada tras la fe de Jesús.

Para Pablo, Habacuc 2:4 es probablemente una profecía mesiánica: Jesús, como el Ungido de Dios, es la profetizada venida del “justo” que, por lo tanto, “vivirá por fe” y, al hacerlo así, servirá como el instrumento mediante el cual Dios había de justificar a los creyentes. Como Pablo explica, y apoya con la cita de Habacuc, el Evangelio revela “una justicia de Dios a partir de [Griego, ek] fe por [griego, eis] fe” (Rom. 1:17a). Es decir, la justicia de Dios viene “de” la fe de Jesús “a” la fe de los creyentes.

En consecuencia, la justificación de Dios de los pecadores es una cuestión de perdón en que, perdonando a los pecadores, Dios cumplió su promesa de Abraham para bendecir a todas las naciones, mostrándose “ser justo [es decir, fiel a su promesa Abrahamica] y justificando [es decir, contando como justicia la fe de] a aquel de la fe de Jesús" (Romanos 3:26).

Pablo estableció la conexión entre la fe de Abraham y la fe de Jesús: La justicia “[no de la ley, sino] de la fe”, ejemplificado inicialmente, y de manera imperfecta, por Abraham, y ejemplificado por último, y perfectamente, por Jesús, es el instrumento a través del cual lap promesa Abrahamica de Dios se cumplió y, por tanto, llega a todos los que ajustan su propia fe con la fe de Abraham, cuya fe fue perfeccionada por Jesús, la simiente de Abraham.

El punto de Pablo de que la promesa de Dios de bendecir a todas las naciones fue dada a Abraham y a su descendencia ” – a quien Pablo dejó claro en su primera carta a los Gálatas “es Cristo” (Gálatas 3:16)- es la clave para entender la relación entre “la fe de Abraham” y “la fe de Jesús.” Así como la justicia de Dios vino a Abraham por la fe de Abraham en la promesa de Dios-de darle un hijo, por quien Dios haría de Abraham una gran nación, a través del cual Dios bendeciría todas las naciones (véase Gen 12:1-3; 15:1-6; 18:18; Gal. 3:8)- y por la fe de Abraham la justicia de Dios llegó a Israel, así la justicia de Dios llegó a Jesús por la fe de Jesús en la promesa de Dios hecha a Abraham, y a través la justicia de la fe de Jesús la justicia de Dios viene a los creyentes de todas las naciones.

Jesús, entonces, es la verdadera “simiente” de Abraham porque él, al igual que Abraham antes que él, creyó en la promesa de Dios hecha a Abraham y así recibió la justicia de Dios. Y así como la justicia de Israel vino a través de la fe de Abraham en la promesa de Dios (y eventualmente se perdió el debido a la incredulidad nacional/ idolatría), así la justicia de la comunidad internacional de la fe viene por la fe de Jesús en la promesa de Dios de bendecir a todas las naciones en la simiente de Abraham.

El Jesús del NT inauguró el nuevo pacto entre Dios y todas las naciones por medio de creer en la promesa de Dios hecha a Abraham de bendecir a todas las naciones a través de una simiente suya. Jesús manifiesta su fe en la promesa de Dios por medio de su proclamación de las buenas nuevas del reino de Dios, que condujo a su crucifixión en las manos de las autoridades religiosas (judías) y políticas (Romanas) a (la Iglesia y Estado “) de Judea del primer siglo.

Es decir, porque Jesús creía— estaba convencido— de que su buena noticia del reino de Dios constituye el anuncio de Dios sobre el cumplimiento de la promesa de Dios hecha a Abraham de bendecir a todas las naciones, Jesús trató de persuadir a sus oyentes a creer la misma buena noticia para su justificación. Y porque el internacionalismo implícito de su buena noticia del reino (que posteriormente se extendería a todas las naciones a través de sus apóstoles) amenazó el nacionalismo de las autoridades Judías y romanas, el mensaje de Jesús-su fe- lo condujo a su ejecución por crucifixión.

El anuncio de Jesús y la crucifixión, entonces, manifestó su fe en la promesa de Dios, que tanto reivindicó Jesús (es decir, lo declaró justo/fiel) con haberle levantado de los muertos y exaltándolo a la diestra de Dios en el reino venidero. Y al hacerlo, Dios le reveló que él cumpliría su promesa de Abraham para bendecir a todas las naciones mediante la resurrección de la muerte a la vida de la comunidad internacional de la fe en el reino de Dios en la parusía de Jesús, al final de la época actual.

Secreto sagrado

Aunque muchas versiones bíblicas muestran la palabra griega musterion como “misterio”, esta no es una buena traducción. Ya que “misterio” es una transliteración de la palabra musterion y no una traducción.
“Transliteración” trata de no ocasionar ninguna pérdida, de tal modo que el lector pueda ser capaz de reconstruir la pronunciación original de una palabra sin saber cuál era en el idioma original. En el esfuerzo por alcanzar este objetivo se han definido complejas convenciones para poder manejar caracteres que existen en el idioma fuente pero no en el idioma objetivo. En contraste, la “traducción” es una actividad que consiste en comprender el significado de un texto en un idioma para producir un texto con significado equivalente en otro idioma.
Si esperamos obtener el significado del griego, debemos traducir, no transliterar.

La palabra "misterio" significa algo que es incomprensible, desconocido, más allá del entendimiento. Por eso es común en los círculos religiosos hablar de temas como la doctrina de la Trinidad en terminos de "misterios" porque no pueden ser entendidos. En contraste, un "secreto" es algo que es conocido por alguien pero desconocido por otros.
Una fiesta sorpresa de cumpleaños es un "secreto" para el cumpleañero, pero conocido por aquellos que lo preparan. Por lo tanto, musterion no significa “misterio”, pero el mejor significado es de un “secreto sagrado”, o sea, un secreto en un nivel sagrado o espiritual que debe ser revelado por Dios. Esto ha sido ampliamente documentado por variedades de estudios griegos, Enciclopedias y Diccionarios Bíblicos.
Porque este punto es vital para la tesis de este artículo, citamos los siguientes:
• “El NT denota no lo que es misterioso, como sucede con el término castellano, sino aquello que, estando más allá de la posibilidad de ser conocido por medios naturales, sólo puede llegarse a saber por revelación divina, y se hace saber de una manera y en un tiempo señalados por Dios, y solo a aquellos que están iluminados por su Espíritu…su significado bíblico es verdad revelada.”
• “Mientras que ‘misterio’ puede significar, y en su uso contemporáneo a menudo significa, un secreto cual no se le puede encontrar respuesta, esto no es la connotación de musterion en el término clásico bíblico griego. En el NT, musterion significa un secreto que está siendo, o incluso ha sido, revelado, que también es divino en alcance, y debe ser revelado por Dios a los hombres mediante su Espíritu.”
• “Mientras que musterion implica algo oculto, e inaccesible al razonamiento desamparado, y usualmente de un peso importante, de ninguna manera denota nada estrictamente misterioso e incomprensible. El hecho o la verdad, aunque deben ser revelados, pueden, cuando revelados, ser de un carácter muy elemental.”
• “Misterio, en el NT, no trata con lo desconocido, pero con lo que es impartido por revelación.”
• “El misterio del NT ha sido descrito como un 'secreto abierto'; asuntos previamente mantenidos en secreto en los propósitos eternos de Dios que ya han sido o están siendo revelados (Efe. 3:3-5; 1 Cor 2:7-8).”
Muchas otras fuentes dan la misma información, el punto siendo que la palabra musterion no significa "misterio" y no debe ser traducido de esta forma. Aunque Dios mantuvo Su secreto ‘sagrado’ oculto por siglos, ahora nos lo ha revelado. Hay muchos versículos mostrando como musterion puede ser revelado por Dios y entendido por la humanidad.
Porque es importante entender este punto, hay que citar algunos de estos versículos:
“…Porque a vosotros os es dado saber los misterios [musterion] del reino de los cielos…” Mat 13:11b (RV 1960)

“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio [musterion], la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria. La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció…Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” 1 Cor 2:7, 8ª, 10ª (RV 1960)

“… [El] misterio [musterion] que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer…” Rom 25b, 26ª (RV 1960)
“Él nos hizo conocer el misterio [musterion] de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo” Efe 1:9 (NVI)
“…el misterio [musterion] que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a sus santos.” Col 1:26 (NVI)

Ahora que hemos establecido que musterion no significa "misterio" y que un musterion puede ser revelado y entendido, vamos a demostrar por qué se traduce mejor como un "secreto sagrado" y no sólo como "secreto".
El lenguaje griego utiliza musterion para secretos en el ámbito religioso, pero tienen otra palabra, kruptos, para secretos que están en el reino secular . La palabra kruptos aparece en muchos lugares del NT. Por ejemplo, Jesús dijo que dieras “tu limosna en secreto [kruptos]” (Mat 6:4—RV1960); enseñó que “no hay nada oculto [kruptos]” que saldrá a luz (Mar 4:22); fue a Jerusalén “en secreto [kruptos]” (Juan 7:10—RV 1960); Dios juzgara “los secretos [kruptos] de los hombres” (Rom 2:16—RV 1960); y la profecía revela “los secretos [kruptos]” del corazón (1 Cor 14:24-25—RV 1960).

El verbo krupto también aparece muchas veces en el NT. Ejemplos incluyen: la “ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar [kruptō]” (Mat 5:14—NVI); el siervo malvado “[fue y escondió--kruptō] el talento en la tierra” (Mat 25:25); la nueva vida de los cristianos “está escondida [kruptō] con Cristo en Dios” (Col 3:3—NVI); y cuando Moisés nació “fue escondido [kruptō] por sus padres” (Heb 11:23—NVI).

De esta información vemos que traduciendo musterion como "secreto" no trae el verdadero significado del texto griego. Cualquiera que lee del NT en griego inmediatamente entiende si Dios está hablando de un secreto secular (kruptos) o un secreto sagrado (musterion) y una buena traducción extrae ésta diferencia. Cuando una versión traduce ambas palabras como "secreto", la verdad que Dios comunica claramente en el texto griego se pierde. Cuando traductores usan "secreto" para kruptos y "misterio" para musterion, es para no confundirlas, pero la Biblia al leerse de esta manera nos indica un diferente significado: que las cosas de Dios son misteriosas.

Traduciendo musterion como ‘misterio’ ha causado muchos problemas en la Iglesia. Por ejemplo, personas que están convencidas de que las cosas de Dios son misteriosas dejan de escudriñar las Escrituras y no se molestan en orar para encontrar respuestas a sus preguntas—posiblemente se dirán: ‘¿para qué debería de hacerlo si el tema es un ‘misterio’ y no hay respuestas disponibles?’ Además, muchas doctrinas falsas é ilógicas se han impuesto a los cristianos, quienes les dicen que no traten de entenderlas porque son ‘misteriosas’.
¿Existe una manera de traducir kruptos y musterion de una forma que el significado de las palabras griegas se comunique claramente? Sí, existe.
En cualquier parte del NT musterion puede ser adecuadamente traducido como "secreto sagrado". Si traducimos kruptos como "secreto" y musterion como "secreto sagrado", el significado del griego original es comunicado claramente y nosotros estamos en una mejor posición para saber y entender lo que Dios ha dicho.

“En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” Mat 11:25-27 (Jer 1976)

La palabra de YHWH

Aproximadamente significa “palabra de Dios”. Introducida en Gen 15:1 donde la palabra de Dios está dentro de una visión de Abram (Abraham) quien le habla a él. Dios habló con frecuencia a las personas y en muchas formas diferentes en el AT. La palabra de Dios sin embargo, típicamente transmite mensajes formales, principalmente a profetas.

La raíz de la palabra dabhar, incluyendo derivaciones y los muchos significados de estos, ocurre más de 2500 veces en el AT (primero en Gen 12:4—“como Jehová le dijo” RV 1960). Aparte de su enorme significado en el uso de la ‘palabra de Yahveh’, la raíz de esta también aparece en referencia a los 10 ‘mandamientos’. En el hebreo dabhar significa no sólo palabra, sino también hechos, que resultan en una acción. La palabra y la acción que la acompañan como tal no son dos cosas diferentes, pero la acción es la consecuencia del significado básico inherente. Para traducir su correcto significado, que constituye una unidad de palabra y acción, en nuestro pensamiento la acción debería de ser el concepto más alto.

Dabhar-YHWH adquiere una importancia fundamental en el NT como el logos. El verdadero antecedente del pensamiento y el lenguaje de Juan 1:1 no son encontrados en la filosofía griega pero en la revelación hebrea. La palabra de Dios [dabhar—YHWH] denota Dios en acción, especialmente en la creación, revelación y transmisión.

¿Somos eternos?

Si el espíritu del hombre es eterno, y Dios es el que da vida porque “Dios es Espíritu”, ¿cómo podemos, de cualquier forma, existir [vivir] aparte de Dios? Esto concuerda con lo que Jesús mismo dijo, que le adoremos a Dios en “espíritu y en verdad”, porque los que se condenan a una (segunda) muerte, no pueden hacerlo (Isa 38:18-19; Eclesiastés 9:5-10—porque nuestro Dios es de los “vivos” y no de los “muertos”).
Destrucción (muerte) de los ‘espíritus’ impíos:
Job 34: 10-15 (“recogiese así su espíritu y su aliento”) conf. Gen 2:7
Sal 89:48 (¿quien “librará su vida del poder del Seol [la tumba]?”)
Ez 18:4 (“todas las almas son mías…el alma que pecare, esa morirá”)
Eclesiastés 12:7 (“el espíritu volverá a Dios que lo dio”)
Eclesiastés 3:19-20 (“Todos [seres] tienen un mismo aliento de vida”)
Sal 37:20 (“impíos perecerán…desaparecen, se desvanecen como el humo”)
Pro 2:22 (“impíos serán cortados de la tierra”)
Isa 26:14 (“los espíritus no se levantarán”)
Rom 6:23 (“paga del pecado es muerte”)
Juan 5:28-29 (la “resurrección a vida” y a muerte)
1 Cor 15:20-23 (“la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos”).
Solo a través de la resurrección habrá “vida en Cristo”, lo opuesto de esto es una “segunda muerte”.

Confesión de Fe [Revisada]

• Hay un solo Dios, el Padre (1 Cor. 8:6), el único Dios del credo de Israel reconfirmado por Jesucristo (Mar 12:28-29, 32 y siguientes). El Padre es “el único verdadero Dios” (Juan 17:3).

• Hay un solo Señor Mesías, Jesús (1 Cor 8:6), concebido sobrenaturalmente como el Hijo de Dios (Lucas 1:35) y pre-ordenado/destinado [no preexistente] desde la fundación del mundo (1 Pe 1:20).

• El espíritu santo es la presencia operativa personal de Dios extendida a través del Cristo resucitado a los creyentes (Salmo 51:11).

• La Biblia, consiste en el canon Hebreo del Antiguo Testamento (Lucas 24:44) y Griego del Nuevo Testamento, es la revelación inspirada y autorizada de Dios (2 Tim. 3:16).

• En la expiación, la muerte vicaria de Jesús, su resurrección al tercer día y su ascensión a la diestra del Padre (Salmo 110:1; Hechos 2:34-36); donde espera hasta que sus enemigos sean sujetados (Hebreos 10:13).

• El futuro regreso visible de Jesucristo para resucitar de entre los muertos a los fieles/santos (1 Cor. 15:23; también conocido como “el rapto”, 1Tess 4.15-17) y establecer el Reino milenario sobre la tierra (Ap. 20:1-6, etc.) llevara a cabo la restauración de la tierra prometida por los profetas (Hechos 1:6; 3:21; 26:6, 7).

• En el poder regenerador de este mensaje del Evangelio acerca del Reino (Mat 13:19; Lucas 8:12, Juan 6:63), lo que permite al creyente comprender la revelación divina y vivir una vida de santidad.

• En el bautismo por inmersión en agua una vez que reciben el mensaje del Evangelio del Reino y las cosas acerca de Jesús (Hechos 8:12, Lucas 24:27).

• En la futura resurrección de los santos de todos los siglos para administrar la tierra renovada con el Mesías en el Reino de su Dios y Padre (1 Cor. 6:2; 2 Tim. 2:12; Ap. 2:26; 3:21; 5:10).

• Los cristianos nunca deben tomar armas y matar a sus enemigos o compañeros creyentes de otras naciones (Mateo 26:52; Juan 15:19; 18:36; 1 Pe 2:9-11; 1 Crón. 22:8).

v.12 n.7 ¿Realmente afirmó Jesús ser Dios en Juan 8:58? ¿O lo está engañando su traducción?

Por Teócrata
Pedro escribió: “Todavía estoy esperando saber de alguien por qué los fariseos tomaron piedras para apedrear a Jesús si no fue por el tipo de auto-identificación de blasfema que hizo en Juan 8:58.”

¡Ahora aquí está una oferta que no puedo rechazar! Me supongo por su comentario que usted está tomando la línea estándar de Juan 8:58, donde Jesús estaba afirmando ser el Dios del Éxodo 3:14. Esta afirmación se basa en una especie de “traducción teológica”, algo que no se confirma en el idioma original.

En la LXX (la traducción griega de la Biblia Hebrea usada a menudo por los escritores del Nuevo Testamento), en Éxodo 3:14, Jehovah declara “ego eimi o ohn”—“Yo soy el que existe.” La adición de la palabra griega “o ohn” (el existente) es necesaria para reflejar el hecho de que el hebreo tiene la palabra “ehyeh”—“Yo seré”. En Juan 8:58 Jesús sólo dice “ego eimi” ([ese] soy yo). De acuerdo a esta base, realmente no es justo al texto forzar una referencia inequívoca a Éxodo 3:14. Jesús no dijo “Yo soy el que soy” y por lo tanto no dice “Yo soy Dios”. Jesús dijo: “Ese soy yo.”

Cualquiera pudiera decir “Yo soy” o “Ese soy yo” sin ninguna alusión a un reclamo de divinidad. Anuncios de Reebok citan a estrellas que dicen: “Yo soy lo que soy”. Otro ejemplo más bíblico de esto se encuentra en Juan 9:9, donde el ciego de nacimiento dice “ego eimi”—“Ese soy yo”. Ninguno de estos individuos afirma ser el Dios del Éxodo.

Así que “ego eimi” en Juan 8:58 no es ni el nombre de Dios, ni un título exclusivo divino. Pero si Jesús no está reclamando ser Dios, ¿qué fue lo que le entendieron decir que causó tanta ofensa? La respuesta está en el previo diálogo a su declaración. En los versículos inmediatamente anteriores vemos que esta no es la primera vez donde Jesús dice “ego eimi” en este intercambio. Él ya lo ha dicho en el versículo 24.

(Esto pone aun mas en entredicho la noción ampliamente acertada que las palabras “ego eimi” fueron entendidas por los oyentes de Jesús como una reivindicación a “divinidad”, ej., una referencia a Éxodo 3:14. En vez de aprovechar esta oportunidad para por fin acusarlo, ellos respondieron preguntándole, “¿Quién eres?” (v. 25). Es evidente que Jesús no se ha identificado en esta declaración de una manera suficiente para que sepan lo que el “yo” en “Ese soy yo” se estuviera refiriendo.)

Leyendo desde el versículo 25, el discurso se remonta a Abraham. “¿Cómo puedes pretender ofrecer vida en el siglo venidero?” le preguntan a Jesús. “Hasta el mismo Abraham está muerto; ¡seguro que no estás afirmando ser más grande que él (v. 52-53)!”
Después, mal entienden la declaración de Jesús en el versículo 56—“Abraham se regocijó de ver mi día”—leyendo mas allá de lo que está escrito, porque en el versículo 57 ¡acusan a Jesús de haber visto a Abraham! Él nunca dijo eso. Le habían entendido mal. Tampoco dijo que Abraham lo había visto—sólo que Abraham se había regocijado de ver su día Mesiánico. Abraham, habiendo creído el Evangelio predicado por Dios (Gálatas 3.8) esperanzadamente se regocijo, esperando el “día de Cristo”, como muchos Judíos habían hecho.
Es en respuesta a este malentendido por los Judíos que Jesús hace la siguiente declaración “Antes que Abraham fuese, ese soy yo”. Sin embargo, note que no dijo “Yo soy antes que Abraham” o “Antes que Abraham fuese, yo ya estaba [existía]”.

El tiempo presente “Yo soy”, en referencia al pasado (“Antes que Abraham fuese”) simplemente no funciona como una oración independiente. Repetimos, Jesús no dijo, “Yo ya estaba vivo antes de Abraham”. Él dijo, “Antes que Abraham fuese [naciera], ese soy yo”.

El “ese soy yo” de Jesús sólo tiene sentido si Jesús se está refiriendo otra vez a algún tipo de declaración que ya ha hecho anteriormente acerca de su presente estatus con respecto al patriarca. Sugiriera decir que Jesús se está expandiendo sobre su declaración en el versículo 56 explicando cómo, a pesar de no tener ni 50 años de edad, Abraham aún podría haberse regocijado de ver su día.

Al traer las dos juntas lo que tenemos es: “Antes que Abraham fuese, ese soy yo…cuyo día Abraham se regocijó de ver.” Esta es una identificación clara por Jesús de sí mismo como la simiente prometida a Abraham por Jehovah, la semilla a través cual todas las familias de la tierra serían bendecidas. Una vez más Jesús reclama ser el Mesías prometido.

La grandeza de Abraham se basaba en su creencia en la promesa que Dios hizo con él acerca de su simiente, el Mesías venidero y el hecho de que, al creer, se convirtió en el medio por el cual Dios cumpliría Su palabra.

Jesús es más grande que Abraham, porque en él se personifica el propósito final de Dios y el tema de la promesa de la cual Abraham se regocijó. Esta es la asombrosa declaración que ofendió a los judíos que trataban de apedrearlo.
En conclusión, aunque el judaísmo del primer siglo regularmente hizo uso de la personificación poética con respecto a los atributos de Dios, no tenían ninguna expectativa de que el mismo Dios se convertiría en un hombre. ¿Cómo podían ya que Dios había prometido que la semilla, descendiente de David, sería el Mesías?—y no algún preexistente “Dios Hijo” de la teología post-bíblica. Por siguiente, una pesada carga de prueba cae sobre cualquiera que sugiere que los apóstoles predicaron una cosa tan revolucionaria.
En cuanto al evangelio de Juan, pensé que estaría interesado en la siguiente declaración, expresado por el respetado erudito Colin Brown, él mismo un trinitario.
“La clave de la pregunta está en cómo entendemos el término de Hijo de Dios…El título Hijo de Dios no es en sí una expresión de la Deidad personal o la expresión de distinciones metafísicas dentro de la Deidad. De hecho, ¡para ser 'Hijo de Dios' no puede ser el mismo Dios! Es una designación para una criatura que indica una relación especial con Dios. En particular, denota el representante de Dios, Su vice-regente. Es una designación de realeza, identificando al rey como el Hijo de Dios…En mi opinión el término ‘Hijo de Dios’ últimamente converge en el término ‘imagen de Dios’ que debe entenderse como el representante de Dios, aquel en quien el espíritu de Dios mora y a quien se le da la administración y autoridad para actuar en nombre de Dios…Me parece que es un error fundamental de tratar las declaraciones en el cuarto evangelio del Hijo y su relación con el Padre como expresiones de las relaciones internas de la Trinidad. Pero este tipo de mala interpretación sistemática del cuarto Evangelio parece subyacer una gran parte del pensamiento trinitario social…Es una común, pero patente, interpretación errónea de la apertura del Evangelio de Juan leerlo como que si dijera: 'En el principio era el Hijo y el Hijo estaba con Dios y el Hijo era Dios' (Juan 1:1). Lo que ha sucedido aquí es la sustitución de Hijo con Palabra (Gr. logos) por lo tanto el Hijo es hecho un miembro de la Deidad que existía desde el principio.” 'Trinity and Incarnation: Towards a Contemporary Orthodoxy', Ex Auditu, 7, 1991, pp. 87-89.

v.12 n.7 ¿Quién conoce mejor a Jesús?

Por Anthony Buzzard


Si usted está de acuerdo con el sentido común de la propuesta de arriba, veamos lo que Jesús tenía que decir sobre su propia identidad. Iglesias desde hace mucho tiempo se reúnen bajo una pancarta—la creencia de que Jesús es Dios, Jehovah, el Dios de Israel.

¿Pero dijo Jesús tal cosa? El bien pudo haber dicho: “Yo soy Dios”. Pero nunca lo hizo. Ni una sola vez. ¿Entonces, quien dijo que era él?

La pregunta arremolinó alrededor en esos días frenéticos del ministerio de Jesús. Algunos pensaban que Jesús era uno de los profetas resucitados. Otros tenían otras opiniones. Jesús, como maestro enamorado de la unidad y el orden, le planto la pregunta a sus mayores alumnos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mateo 16:15). Olvídese de conjeturas populares y lleguemos a la mera verdad. Pedro respondió con seguridad: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.” ¿Está claro? Queriéndome poner al lado de Jesús, estoy escuchando atentamente a la respuesta de Jesús de la iluminada respuesta de Pedro a esa gran pregunta—la pregunta realmente grande en que la fe Cristiana depende.
Jesús recibió la esplendida respuesta correcta de Pedro con una alegría desbordante. Jesús dijo que Pedro había sido dotado por un milagro de comprensión y fue capaz de definir correctamente quién era Jesús. Él es el Hijo de Dios, el Mesías: “esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” [y propongo construir mi propia Iglesia sobre esta idea penetrante que soy el Hijo de Dios, el Mesías] (Mateo 16:17-18).
Jesús así nos dijo en términos claros: “Yo soy el Hijo de Dios, el Mesías.” Él sabía quién era.

Después de los tiempos del Nuevo Testamento esa verdad fundamental, unificadora y estabilizadora no permaneció. Sufrió los estragos de la filosofía Griega la cuál repasó—y confundió—toda la enseñanza bíblica acerca de Dios y Su Hijo, el Mesías. Pero mientras la Escritura se escribía y los apóstoles aun estaban vivos para defenderla fuertemente, el grito continuo saliendo: “Estas cosas [según todo el evangelio de Juan] fueron escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31). ¿Suena familiar? Incluso más tarde en las comunicaciones de despedida de Juan en sus epístolas, la nota de urgencia más bien ha aumentado. “El que niega que Jesús es el Cristo" niega al Hijo de Dios. Véase 1 Juan 2:22; 4:15; 5:1, 5, 10, 13, 20 para un énfasis exitoso de este punto.

Todo esto es bastante sencillo y directo, siempre y cuando mantengamos el idioma filosófico que después se empleo después con una terminología de “dos naturalezas”, “tres hipóstasis” y “una sustancia”; algo que nos impide ver las palabras de Jesús mucho más fácil. La iglesia es fundada sobre la roca que es la confesión de: ‘Yo soy el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. ¡Nada sobre que él es Dios!

¿Qué más podemos decir de Mateo? Él parece haber prestado mucha atención a quién es Jesús. Todo su libro abre con la toma de que Jesús es el hijo de David, de Abraham y también, por supuesto, de Dios, quien es el Padre de Jesús, resultando en su genesis, origen (Mat 1:18; cuidadosamente note aquí el uso de la palabra).

En el libro de Juan, ¿cómo puede encajar esta clara enseñanza de que Jesús es el Hijo de Dios y Cristo? Perfectamente. ¿Acaso Juan no nos dijo expresamente que todo el libro fue escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (20:31)? Mire cuidadosamente los primeros días de Jesús. ¿Qué dijeron sus futuros discípulos? “Hemos encontrado al Mesías…al Hijo de Dios” (véase Juan 1:41, 49). ¿Estaban equivocados? Por supuesto que no.

Ahora vienen las preciosas y confirmadoras palabras de Jesús en Juan 4, donde se encuentra en un pozo con la mujer Samaritana. Jesús, con su maravilloso estilo abarcador que le permitía hablar con todos, sin excepción, la involucra en su conversación. Esto es lo que ella sabe: “Sabemos que el Mesías ha de venir” (v. 25). Mirándola directa a los ojos, Jesús responde: “Ese soy yo, el que habla contigo” (Juan 4:26).
Jesús no estaba jugando o cambiando toda la conversación, por lo tanto ni engañando a la mujer. Algunos quieren hacernos creer que no existe una conexión entre “el Mesías” de la declaración de la mujer y la respuesta de Jesús: “Ese soy yo”. Hemos aprendido del mismo Juan que escribió todo lo que escribió para convencernos de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20:31). “Ese soy yo” (¡aleluya!) confirma la expectativa de la mujer que el Mesías en efecto venía. Ella tuvo el privilegio de conocer a esa misma persona. ¡Jesús debió saber quién era el! Lo dijo aquí en Juan 4:26, tal como él lo dijo en los otros evangelios. Yo soy—el Mesías.

El Griego de estas maravillosas palabras, “ese soy yo”, es ego eimi (que se pronuncia en el griego moderno ego imi). Juan hábilmente creía en esta frase como el código para “Yo soy el Mesías”—y no ¡“Yo soy Dios”! La primera y clave aparición del dicho “ese soy yo”, es el que acabamos de examinar. Hay más en Juan. Por lo tanto, el sentido común requiere que la misma frase sea puesta en estas mismas palabras. Lamentablemente sus traducciones, deseosos por hacer que usted piensa en otra dirección, no han permitido que usted mire que Jesús también dice exactamente el mismo dicho de “Yo soy el Mesías” en Juan 8:58. Muy injustamente los traductores no incluyen la palabra importante “ese” cuando traducen “ego eimi” en Juan 8:58. Al no hacerlo, hacen difícil para usted recordar la afirmación Mesiánica en Juan 4:26: “Ese soy yo, el que habla contigo.”

Jesús sigue afirmando su pretensión Mesiánica. A pesar de todo, fue su intención declarar su Iglesia sobre esta idea fundadora.

Incluso antes de Abraham, que con alegría esperaba al Mesías, Jesús es el Mesías prometido, el que esperaban venir. “Ese soy yo, el Mesías.”
Unos pocos capítulos más adelante, en Juan 10, Jesús se enfrenta con Judíos hostiles que están profundamente descontentos con su pretensión Mesiánica e Hijastro unigénito—el sentido de que él estaba hablando y actuando únicamente por su Padre, el único Dios, quien Jesús dijo ser su “mismo Hijo”. Enojados y maliciosamente los Judíos (al menos algunos de sus líderes) acusaron a Jesús de hacerse pasar por Dios.

¡Qué oportunidad para que Jesús confirmara exactamente lo que sospechaban!—que él estaba afirmando ser Dios, o al menos “un Dios”. ¿Por qué Jesús solamente no responde diciendo: “Sí, eso es correcto, esto es lo que soy – Dios”?
Él no hizo tal cosa. Más bien explicó que estaba actuando como el único portavoz de ese solo Dios, su Padre; lejos de ser el mismo Dios (lo que con razón hubiera sido considerado como una blasfemia), él era el Hijo de Dios. “¿Por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dije: ‘Yo soy el Hijo de Dios’?” (Juan 10:36). Aquí de los labios del mismo Jesús tenemos la verdadera identidad de Jesús. ¿Está usted dispuesto a creer que él sabía quién era y fue capaz de decírselo a ellos y a nosotros?
En su juicio, con una coherencia total, afirmó la acusación de que él era “el Mesías, el Hijo del Bendito” (Marcos 14:61-62). ¿Le suena familiar? Aun mas Jesús resume nuestro deber como creyentes: “Y esta es la vida eterna [del siglo venidero]: que te conozcan a ti [el Padre], el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3).
Nada menos que 516 veces en el Nuevo Testamento, Jesús es llamado el Cristo. ¿Es el punto sobre la identidad clara?
A través del libro de los Hechos encontrará exactamente la misma verdad que se está emitiendo en todas partes. “¿Cree usted que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios?” “Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo” (Hechos 8:37; 2:36).

Otro título ha surgido aquí, requiriendo su máxima atención—‘Señor’. Inmediatamente le recordamos que Jesús es “el Señor Jesucristo”, “nuestro Señor Jesucristo", “Cristo Jesús, mi Señor”.

Nuestro escritor y maestro más amplio de todo el Nuevo Testamento es Lucas, compañero de Pablo en sus viajes. La información primaria de Lucas acerca de la identidad de Jesús aparece en los primeros capítulos de su obra. El ángel Gabriel se encarga de dejar claro quién es Jesús. En Lucas 1:32-35 Gabriel lleva a cabo su ministerio de enseñanza en unas breves palabras instructivas, que nunca debieron ser pasados por alto o mal entendido. El bebé de María es identificado como “el Hijo del Altísimo”. Jesús es también “el hijo de David”, debido a su relación de sangre a través de su madre, descendiente de David.

Luego, en respuesta a la pregunta muy razonable de María de un embarazo sin el beneficio de un marido humano, encontramos estas palabras, que necesitan ser gritado a los cuatro vientos: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, y es precisamente por esta razón que el santo niño que va a nacer será llamado, el Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Una vez que este extraordinario bebé nació, se les dijo a los pastores creyentes, “Hoy ha nacido en la ciudad de David un salvador que es el Señor, Cristo” (Lucas 2:11). Y no, me apresuro a añadir, ¡el Señor Dios! Pero el Señor Cristo y el Hijo del Altísimo. ¡Le suena familiar!

Esos hombres con una ciega confianza estaban teológicamente correctos cuando se dirigían a Jesús como el Señor, hijo de David (Mateo 20:31; 15:22). Este es el equivalente del Señor Mesías/Cristo.

Por supuesto que Hijo y Cristo son los títulos con raíces en Salmo 2, donde el Dios de Israel y de todos nosotros anunció: “Hoy yo te he engendrado...pondré a Mi Rey sobre Mi santo monte...Pídeme y te daré [Mi hijo] toda las naciones de la tierra como tu herencia.”

Ese engendró del Hijo ocurrió hace unos 2000 años. Sabemos esto solamente siguiendo la palabra de “engendramiento” de Salmo 2:7 lo mismo con la palabra en Mateo y Lucas de principio, engendramiento y nacimiento del Hijo. El decreto, “Te he engrando hoy” (Salmo 2:7) se hizo realidad el día en que María concibió por milagro y el ángel le confirmo a José, “Lo que ha sido engendrado [traído a existir] en ella es del santo espíritu” (Mateo 1:20). Por lo tanto, el padre de ese hijo engendrado (nacido) fue, por supuesto, el Hijo de Dios.

Lucas reporta las mismas buenas nuevas de Gabriel: “Precisamente a causa de” (dio kai) este milagro en María, el niño se llamará (= será) el Hijo de Dios (Lucas 1:35). Tome eso como la definición más brillante del Hijo de Dios y aferrarse de esto a través del resto del Nuevo Testamento. Pero tenga cuidado de no darle vuelta sobre su cabeza o ponerlo boca abajo o destruirlo convirtiéndolo en “Dios-Hijo”. No hay tal persona en la Biblia.
En Hechos 13:33 Pablo, viajando a menudo con Lucas y naturalmente en armonía con Lucas, pone el engendramiento, comienzo, la existencia del Hijo al inicio del nacimiento de Jesús (como se dice, ¡ni que fuera ciencia de cohetes!). Fue cuando Dios “levantó”, es decir, lo introdujo [por primera vez] a la escena humana. Similar a la forma en que levanto a Moisés, al Faraón y a David, fue como ocurrió el engendramiento de Jesús. Exactamente lo que hemos aprendido (arriba) de Mateo 1:20 y Lucas 1:35.
No se deje engañar por la mala traducción de “resucitando” en vez de “levantando” en Hechos 13:33. Esto podría confundir la simple verdad, haciendo a Jesús Hijo de Dios sólo en la resurrección [como erróneamente nos explica el comentario de la RV1995: “Sal 2.7, citado aquí para indicar que, al resucitar a Jesús, Dios lo autenticó como su Hijo.”]. Pero la resurrección de Jesús se describe en el versículo 34 y otro texto del Antiguo Testamento es citado para probar su resurrección [Isa 55.3].
Luego, mire la simple verdad sobre el engendramiento, el principio y nacimiento de Jesús en Romanos 1:3-4. Jesús allí es el Hijo de Dios, un descendiente de David (Pablo y Lucas en Lucas 1:32-35, en perfecta armonía), de acuerdo a la línea de sangre humana y “declarado [designado] con poder Hijo por la resurrección”, exaltación a la diestra del Padre.
Jesús no se convirtió en Hijo en la resurrección, ni en su bautismo. Él fue Hijo de Dios por ser procreado milagrosamente en María (otra vez Lucas 1.35).
Ahora a Hebreos 1. Dios no habló por su Hijo en los tiempos del Antiguo Testamento (Hebreos 1:1-2). ¡Esto debería ponerle fin a cualquier especulación que el Hijo era el ángel del Señor en el Antiguo Testamento! El punto de Hebreos 1 es para recordarnos que Jesús no es un ángel, nunca fue y, por lo tanto, ni un arcángel (un ángel de alto rango). Si Jesús era el ángel del Señor, su venida a la existencia en María sería imposible y la historia que hemos mencionado arriba fuera descarrilada y no tuviera sentido.
Hebreos 1:1 a 2:5 nos da un relato de la nueva creación del pacto en Jesús, la “sociedad por venir sobre el cual estamos hablando” (2:5). Esto comenzó cuando Dios cumplió su promesa hecha en 2 Samuel 7:14 que El un día seria el padre, engendraría, traería a existir a su propio Hijo: “Yo seré Su padre y él será mi hijo.” Vimos cómo esa promesa se hizo realidad en Lucas 1 y Mateo 1.

Para hacer el mismo punto sobre engendramiento, la procreación del Mesías, el Hijo de Dios, el escritor Hebreos cita Salmo 2 sobre el comienzo del Hijo de Dios (“Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”, Sal 2.7 citado en Heb. 1:5). Una tercera cita prueba el punto: “Cuando él trae a su Hijo al mundo”, es decir, causa su nacimiento por medio de un engendramiento sobrenatural.
Al reunir toda esta información del Nuevo Testamento, datos que son totalmente consecuente y coherente, se nos insta a creer simplemente que Jesús, como él mismo lo declaró, es el Hijo de Dios (Juan 10:36). Y él debería saber y nosotros realmente deberíamos creerle— ¡si nos decimos ser creyentes!
La alternativa a esta creencia es suscribirse a la extraña idea de que Jesús es el Hijo de Dios quien eternamente existía [siendo “eternamente engendrado”, de acuerdo a los credos] como un miembro de un Dios trino. Este concepto, que se considera ser un misterio imposible e ilógico de entender, incluso para los expertos, hace descarrilar completamente la identidad bíblica de Jesús. Aun más que esto, presiento los conflictos más terribles, ex comunicaciones, cazadores de herejes, inquisiciones y quemados en la hoguera.
Pregúnteles a sus amigos judíos. Ellos le dirán que el Mesías, el ungido de Dios, no es el mismo Dios, haciendo dos dioses, ya que el Padre es Dios. Lucas 2:11 y 26 proporcionan la distinción elemental y fundamental entre Dios y Jesús.
Hay dos señores en la Biblia [cp. Sal 110.1]. En primer lugar, el Señor Dios, que es una sola persona, que se define por miles de pronombres personales singulares. En segundo lugar, el Señor Mesías, que comenzó a existir hace unos 2000 años (Lucas 2:11).

Los dos señores están bien descritos y se distinguen por el verso más popularmente citado en el Nuevo Testamento del Antiguo Testamento. Salmo 110:1 habla de Jehovah hablándole al señor de David, el Mesías. Ese segundo señor en el texto hebreo es adoni. Esta forma de la palabra “señor” no quiere decir Dios. Obviamente no ya que en la Biblia Dios no le habla a otro único Dios. Eso sería politeísmo y el desastre teológico final.

Biblias que le ponen una letra en mayúscula a ese segundo señor de Salmo 110:1 lo engañan. Cuando la palabra hebrea es adoni es correctamente representada como señor o amo (no es un título para Dios). Pero en el Salmo 110:1 los traductores de las diferentes versiones rompen sus propias reglas de capitalización. Se suponía que el segundo señor de alguna manera era el Dios-hombre de los credos tradicionales. Pero una vez que a la gente le enseñaron que Jesús es Jehovah, esto por supuesto causo un “problema” (¡una palabra favorita en los escritos teológicos!), cómo dos Jehovahs realmente podrían ser un Iahvé. Después de todo Jesús creía que la cosa más importante de todas es que creamos que “el Señor nuestro Dios es un Jehovah”, o Señor (Marcos 12:29).

Un escritor experto en la Trinidad se comprometió en una revista teológica a la proposición ¡“Dios es al mismo tiempo una persona y tres Personas"!

Los cimientos del universo fueron agitados y el curso del desarrollo de la iglesia desordenado de una manera permanente por la decisión de los Concilios de la Iglesia cuando hablan de tres como cada uno Dios y al mismo tiempo misteriosa e ilógicamente un sólo Dios. Esto implicó la imposición sobre la orientación de la Biblia hebrea con categorías extraídas de un mundo extraño de la filosofía griega. Este fue un desastre que necesita recuperación y restauración, para que todos los que se reúnan en la iglesia cristiana se reúnan para creer en un Dios Padre y en un solo Señor Mesías, el ser humano Mesías Jesús (véase 1 Tim 2:5). Esta es la simple verdad que tanto se necesita.

Al abandonar el credo de Jesús y substituirlo por otro credo de tres-en-uno ha sido una tragedia, como lo han notado muchos observadores expertos:
“En el año 317, un nuevo argumento surgió en Egipto con consecuencias de carácter dañino. El objeto de esta controversia fatal, que encendió tales divisiones deplorables en todo el mundo cristiano, era sobre la doctrina de tres personas en la Divinidad, una doctrina que en los tres siglos anteriores habían escapado felizmente la vana curiosidad de los investigadores humanos.”[1]
“Cuando miramos a través del largo tiempo del reinado de la Trinidad…vamos a percibir que pocas doctrinas han producido un mal tan sin mezcla.”[2]
“En práctica la doctrina cristológica nunca ha sido únicamente derivada de una lógica de las declaraciones de la Escritura…Por lo general la Iglesia practicante (sea lo que hayan afirmado estar haciendo en teoría) no ha basado su Cristología exclusivamente en el testimonio del Nuevo Testamento.”[3]
“Los griegos distorsionaron el concepto de la agencia [divina] legal de Jesús por una identidad ontológica, creando un conjunto ilógico de credos y doctrinas para causar confusión y terror para las generaciones posteriores de los cristianos.”[4]
“En ninguna parte identifica el Nuevo Testamento a Jesús con Dios.”[5]
“Debido a que la Trinidad es una parte tan importante de la doctrina cristiana posterior, es sorprendente que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Del mismo modo, el concepto desarrollado de tres parentescos co-iguales en la Deidad que se encuentra en formulaciones del credo posterior no pueden ser claramente detectado dentro de los confines del canon.”[6]
"¿Cómo vamos a determinar la naturaleza de la distinción entre el Dios que se hizo hombre y el Dios que no se hizo hombre, sin destruir la unidad de Dios por una parte o interferir con la cristología por otra? Ni el Consejo de Nicea, ni los Padres de la Iglesia del siglo IV satisfactoriamente contestaron esta pregunta.”[7]
“La adopción de una frase no bíblica en Nicea marcó un hito en el crecimiento de dogma; la Trinidad es verdad ya que la Iglesia—la Iglesia universal hablando por sus obispos—lo dice, ¡aunque la Biblia no!...Tenemos una fórmula, ¿pero que contiene esa fórmula? Ningún pequeño de la Iglesia se atreve tratar de responderla.”[8]

Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. Hijo de Dios es definido por Lucas 1:35 y Dios es el Dios y Padre de Jesús el Mesías, el Señor Mesías nació en Belén hace 2000 años. Este está destinado a volver a tomar las riendas de un gobierno mundial y rescatarnos de nuestra sorprendente pérdida de la simple Verdad. La verdad nos hace libre, como bien lo dijo Jesús (Juan 8:32).
Por más que protesten, dos o tres que son cada uno Dios hace a tres dioses. Si cada uno de los miembros de la Trinidad es Jehovah, entonces juntos no pueden llegar hacer un Iahvé. Uno nunca puede ser tres, por mucho lenguaje ofuscas que produzcan para convencernos. Una X no equivale a tres X.
Jesús mandó a creer en un solo Jehovah (Marcos 12:29) y por supuesto en sí mismo como el Señor Mesías y no como un segundo Señor Dios. Pablo lo resume en una corta y fácil formula de entender: “Para nosotros los cristianos solo hay un solo Dios, el Padre y ningún otro Dios fuera de Él” (1 Cor. 8:4, 6). Pablo aquí amontona las formas gramáticas singulares que, por supuesto, designan a una persona singular y única, el Padre. Acceso a ese solo Dios se obtiene a través de la mediación del ser humano Jesús el Mesías, quien no es el Señor Dios (¡haciendo dos!), pero el Señor Mesías, el mediador entre Dios y los seres humanos (1 Tim 2:5).

Con este credo prístino del Nuevo Testamento una nueva era de diálogo inteligente se puede abrir entre tres grandes religiones del mundo: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo.

Es hora de renunciar al quebrador de cerebro que son las fórmulas confusas de algunos expertos trinitarios. Cierro con una cita exasperante de un profesor de Harvard que escribió un libro clave titulado Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinity. Andrews Norton lamentó la complejidad atroz a la que la pérdida del credo prístino había llevado. Se refería a los intentos de los “teólogos” para explicar cómo Jesús puede ser 100% Dios y 100% hombre. La enseñanza implica lo que se llamó la “Comunicación de Propiedades”:

“La doctrina de la Comunicación de las propiedades”, dice LeClerc, “es tan inteligible como si uno fuera a decir que hay un círculo que está tan unido con un triángulo que el círculo tiene las propiedades del triángulo y el triángulo las del círculo.”
“Se discute en detalle por Petavius con su redundancia habitual de aprendizaje. El amplio folio de ese escritor que contiene la historia de la Encarnación es uno de los monumentos más llamativos y melancólicos de la locura humana que el mundo tiene que exhibir. En la historia de otros departamentos de la ciencia nos encontramos con muchos errores y extravagancias, pero la teología ortodoxa pareció ser la región peculiar de palabras sin sentido; de doctrinas confesablemente falsas en su propio sentido y sin explicación en ningún otro; de las más portentosas presentaciones más absurdas como verdades de mayor importancia y de las proposiciones contradictorias arrojadas juntas sin un intento de conciliar. Un error principal que atraviesa todo el sistema, así como otros sistemas de la filosofía falsa, es que las palabras poseen un significado intrínseco y no derivados de la utilización de los hombres; que no son meros signos de las ideas humanas, sino una especie de entidades reales, capaz de significar lo que trasciende nuestras concepciones y que cuando se expresa a la razón humana sólo como algo absurdo, aún pueden ser significativos de un misterio o una gran verdad oculta y tienen que ser creídas sin ser entendidas.”



Footnotes:

[1] J.L. Mosheim, Institutes of Ecclesiastical History, New York: Harper, 1839, Vol. 1, p. 399.

[2] Andrews Norton, A Statement of Reasons for Not Believing the Doctrine of the Trinitarians Concerning the Nature of God and the Person of Christ, Hilliard, Gray & Co., 1833, p. 287.

[3] Maurice Wiles, The Remaking of Christian Doctrine, London: SCM Press, 1974, pp. 54, 55.

[4] Professor G.W. Buchanan, from correspondence, 1994.

[5] William Barclay, A Spiritual Autobiography, Grand Rapids: Eerdmans, 1975, p. 50.

[6] “Trinity,” in The Oxford Companion to the Bible, Oxford University Press, 1993, p. 782.

[7] I.A. Dorner, The History of the Development of the Doctrine of the Person of Christ, Edinburgh: T & T Clark, 1882, Div. I, Vol. 2, p. 330.

[8] “Dogma, Dogmatic Theology,” in Encyclopedia Britannica, 14th edition, 1936, Vol. 7, pp. 501, 502.